Wednesday, January 19, 2011

No tiene sentido seguir viviendo

Cada día voy descubriendo razones que me muestran el terrible fracaso que es mi vida: con 40 años no he logrado ningún éxito profesional realmente importante, no tengo una Maestría o un Doctorado a nivel nacional y, menos aun, a nivel internacional, no hablo ningún idioma adicional al español, no tengo un trabajo prometedor.
Acabo de encontrar un video de una entrevista a un ex jefe mio que me quitó la confianza en el mejor momento que pude haber vivido laboralmente. Claro, es cierto que no tengo una performance adecuada y quizá a eso se debio que me redujeran el sueldo, que me cambiaran de posición. Renuncié finalmente con cierta bulla por el maltrato, cuando se me presentó una mejor oportunidad. La vida me dio la oportunidad de salvarme laboralmente. Pero no supe tampoco aprovechar el momento.
¿Optimismo? Estoy destruido. Por completo, pues justo ahora tengo que ver por la salud de mi esposa y de mi hijo. Soy un fracaso absoluto. ¿Cuál es el sentido para seguir viviendo?

Tensa calma

Es raro en verdad. La presencia de mis padres me ha sedado y el dolor, aunque presente, no desespera. El túnel está oscuro, no hay luz alguna. Soy un herlado de la muerte. No tengo escapatoria. Como habría dicho Arguedas, "he vivido en vano".

¿Qué hacer para no generar mayor infelicidad a mi familia?, ¿cómo evitarles el dolor de lo irremediable? Quizá ellos ni lo sospechan, pero me siento casi un muerto. No tengo ánimo para nada, anticipo mi fracaso en todo. Este tiempo es de angustia. Ya vivi otros tiempos iguales, pero solo. Ahora estoy con familia y, peor aun, mi esposa y mi hijo requieren tratamientos para sus respectivas dolencias. Mi hija sueña con una vida que no puedo darle. No temos seguro.

Mi vida está condenada a hospitales y medicinas. ¿Cuál es la esperanza que podría constituirse en faro?, ¿orar a quien siempre mintió a mis esperanzas? reducir mis esperanzas para hacerlas más realistas.

Wednesday, January 12, 2011

El suicidio

Hoy mi compañero de oficina me mostró un periódico en el que se recordaba a Josemari Recalde a los diez años de su muerte. Conocí a ese muchacho en la Universidad, cuando yo me esforzaba y soñaba aun con ser poeta, escritor. Solo que yo estaba al margen de todo, incluso de los marginales, aislado por completo.

Estuve buscando algo de información y me encontré con algunas joyas que quisiera destacar:

César Hildebrabdt escribía sobre la muerte de Recalde lo siguiente: “Respeto a los suicidas. Me apena que tengan ese aspecto de culpables, esa sombra desastrosa que los persigue. Se matan y todavía el mundo los castiga. ¿Por qué somos tan crueles con ellos? Quizás porque hicieron lo más irreverente: suprimir el azar, variar las reglas, tomar el atajo carrozable, y sobre todo desobedecer a Dios, a quien muchos ven como un guionista que se enfurece cuando alguien sale de escena sin su autorización. ¿Dios como Arthur Miller? ¿Dios como Cecil B. de Mille? ¿Dios como Hitchcock? No lo creo. Dios no debe prestarnos demasiada atención, Dios no trabaja a domicilio, y lo que ha ardido es el recinto de Recalde, las manos del poeta, el traje amortajado. Ardió el horror, ardió la dopamina, ardió el destino, ardió el mañana. El poeta mandó al mundo a freír monos. Y ardió la tarde cursi ya sin él“.

Dicen que poco tiempo antes de su muerte, escribió el poema que transcribo a continuación:


"Al final de los mitos,
cuando todo se haya evaído,
encontraremos quién sabe una luz,
no no quiero
pertenecer más a la realidad verdadera
ni a la falsa,
por eso incendio mi cuerpo".

Según leo hoy, Albert Camus le otorgaba una categoría muy trascendente al suicidio: “No hay más que un problema filosófico y verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía, las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías vienen a continuación, se trata de juegos”.

Otra vez, sin quererlo, ha vuelto a mí la idea permanente del suicidio, como única manera de liberarme de la vida. Y me cuesta y me duele seguir teniendo esa certeza autodestructiva que vida tengo mucha por delante.

Monday, January 10, 2011

Tensa calma

Vivo una tensa calma. Me he desbordado en llanto los últimos días. Atisbo una cierta pérdida de cordura de mi parte, tengo miedo. Pero pequeños problemas detonan una explosión que abre las compuertas de los grandes problemas.

Mis padres me urgen calma, me trata de devolver la paz, me piden fortaleza. Este escenario presente es realmente dramático. Como que, ahora sí, estoy en un momento en el que o salto al abismo o lo esquivo, salvándome del Infierno, por muy dolorosa que pueda ser esta vida, con todos los problemas que se presentan, especialmente el de la salud de mi hijo y de mi esposa.

Tensa calma, aparente serenidad que pende de un hilo frágil

Friday, January 07, 2011

¿Qué es lo que pasa aquí?

En momentos como este, me abruma una incertidumbre absoluta. El verso repetitivo de este huayno describe perfectamente esto: "Mamacha de las Mercedes, qué es lo que pasa aquí?".

O esos otros dos versos:

"En el telar de la vida,
quién no ha tenido un dolor,
pero para sufrir tanto,
eso si que no y que no".

Es humana la duda, por supuesto. Y es humano el grito desesperado que clama a lo sobrenatural por una explicación, por un milagro, por un consuelo.

Pero la vida es la vida. Y ella sigue transcurriendo, con sus aspectos hermosos y con sus infiernos, con la serenidad de algunos o con la desesperación moribunda de otros. Finalmente, como diría Vallejo, "Y el hombre sí te sufre, el dios es él".


Tuesday, January 04, 2011

Soy un suicidario

Simplemente transcribo una fraase de Historia de Mayta, de Mario Vargas Llosa, en la que, para los temas personales, me describe perfecta y patéticamente:

"Por el contrario, lo más constante de su trayectoria era haber dado siempre, con una especie de intuición infalible, todos los pasos necesarios para que le fuera peor, para atraerse problemas y enredos. 'Es un suicidario', me dijo de él, una vez, un amigo común. 'No un suicida, sino un suicidario", repitió, "alguien que le gusta matarse a poquitos' [...]".

Qué puntería magnífica he tenido para acertar en mi vida respecto a las miserias que voy cosechando. Recuerdo cuando aprendí, influido por mi madre, la rima aquella de Gustavo Adolfo Becquer:

"Mi vida es un erial:
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal,
alguien va sembrando el mal
para que yo lo recoja".

No me costó nada memorizarla. Y es que eso es lo que sentí profundamente respecto a mi propia vida. Y recuerdo también cuando trataba de inventarme penas de amor terribles para que mi padre se compadeciera de mí y me considerara alguna vez digno de su mirar; él, por supuesto, una tarde que me eché a rumiar mi tristeza inventada, me ordenó levantarme y dejarme de pavadas.

La vocación la recuerdo en mi más profunda infancia, cuando soñaba con ser un gran futbolista, el mejor del mundo, pero siempre, en mis sueños despierto, pasaba algo que impedía que ganara. Yo he sido un experto castrándome la vida, primero de manera figurativa, después de manera real.

Y ahora estoy en este momento, con cuarenta años sobre los hombros, sin mayores pergaminos que exibir, al menos en los ámbitos que me interesan, pues me he acostumbrado a ser lo que los demás quieren de mí. En esa puntería infalible para atraer los males hacia mi, he logrado que la salud de mi familia sea una concentración de amenazas graves, pues mi hijo padece una rara enfermedad progresiva y degenerativa y mi mujer, por si fuera poco, está luchando contra una neoplasia. Así, para el caso de mi hija también imagino escenarios terribles. Tengo miedo de que todo eso siga avanzando, ¿cómo detengo esa tendencia destructiva? No lo sé. Desde niño me enfrenté a un dios al que idoltraba, al que oraba permanentemente, pero al que temía y culpaba por todo el desastre familiar que viviamos. Esa condena sigue pesando en mis hombros y, lo que es peor, se ha trasladado a los hombros de mi familia.

Quizá eso, todo este sufrimiento, lo he venido cultivando desde mi lejana niñez, quizá de esa forma se han hecho realidad todos esos deseos retorcidos míos. Qué culpa tiene mi hijo! Qué culpa tiene mi mujer! Qué culpa tiene mi pequeña hija! Ya basta, ya no puedo más. Si es que esos son "mis deseos", lo son de una manera enferma. ¿Quién puede desear hacerse daño uno mismo y, por encima de ello, dañar a quienes más quiere? Sí, pues, la prueba soy yo mismo. Monstruoso.

Soy el infalible arquitecto de mis pesadillas.

Monday, January 03, 2011

Vocación por el sufrimiento

Mi hijo será operado en los próximos días. Mi mujer también. Es una suerte de "confabulación del universo" para hundirnos. Encima de todo está mi carácter, destructivo, autodestructivo. No puedo luchar contra ello; no quiero luchar, pues cuando lo intento, justamente, suceden las cosas más terribles. Esa es la enseñanza de la vida en mi caso: si estoy pesimista respecto a algo, es probable que no suceda; si estoy optimista, es casi seguro que ocurrirá lo negativo.
La NF1 es una enfermedad impredecible. En mi hijo su primera manifestación severa es de carácter óseo, la escoliosis. Se necesita intervenirlo pronto. Es decir, como primeros hechos de este "Feliz Año 2011". Estoy empezando en una aventura por mi desarrollo independiente y estamos sin seguro; mis ingresos son apretados. ¿Qué necesidades tendremos que afrontar? Es francamente doloroso y frustrante solo pensar que mi hijo está desguarnecido por completo en caso de una manifestación mayor de su enfermedad. ¿A quién recurriré?, ¿es que dios está haciendo todo esto para que yo entienda que no debo ser soberbio?, ¿es posible tanta crueldad? La Biblia tiene largas muestras de ella.
Mi mujer tiene que pasar por una cirugía para evaluar si las microcalcificaciones que se han detectado son o no malignas. Bueno, es realmente un panorama complicado, pues ella también necesita probablemente de una operación si se detecta que es cancer otra vez. Y el tema del dinero, por más que sea en el Hospital, es caro, tan caro que los ahorros que tengo se irán solo en parte de la operación de mi hijo.
Qusiera haberme matado antes, quisiera haberme suicidado, pero no lo hice y la vida me sigue sacudiendo terriblemente. Dicen que dios pone estas pruebas a quien las soporta. Horroroso si fuera cierto esto.