Tuesday, January 04, 2011

Soy un suicidario

Simplemente transcribo una fraase de Historia de Mayta, de Mario Vargas Llosa, en la que, para los temas personales, me describe perfecta y patéticamente:

"Por el contrario, lo más constante de su trayectoria era haber dado siempre, con una especie de intuición infalible, todos los pasos necesarios para que le fuera peor, para atraerse problemas y enredos. 'Es un suicidario', me dijo de él, una vez, un amigo común. 'No un suicida, sino un suicidario", repitió, "alguien que le gusta matarse a poquitos' [...]".

Qué puntería magnífica he tenido para acertar en mi vida respecto a las miserias que voy cosechando. Recuerdo cuando aprendí, influido por mi madre, la rima aquella de Gustavo Adolfo Becquer:

"Mi vida es un erial:
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal,
alguien va sembrando el mal
para que yo lo recoja".

No me costó nada memorizarla. Y es que eso es lo que sentí profundamente respecto a mi propia vida. Y recuerdo también cuando trataba de inventarme penas de amor terribles para que mi padre se compadeciera de mí y me considerara alguna vez digno de su mirar; él, por supuesto, una tarde que me eché a rumiar mi tristeza inventada, me ordenó levantarme y dejarme de pavadas.

La vocación la recuerdo en mi más profunda infancia, cuando soñaba con ser un gran futbolista, el mejor del mundo, pero siempre, en mis sueños despierto, pasaba algo que impedía que ganara. Yo he sido un experto castrándome la vida, primero de manera figurativa, después de manera real.

Y ahora estoy en este momento, con cuarenta años sobre los hombros, sin mayores pergaminos que exibir, al menos en los ámbitos que me interesan, pues me he acostumbrado a ser lo que los demás quieren de mí. En esa puntería infalible para atraer los males hacia mi, he logrado que la salud de mi familia sea una concentración de amenazas graves, pues mi hijo padece una rara enfermedad progresiva y degenerativa y mi mujer, por si fuera poco, está luchando contra una neoplasia. Así, para el caso de mi hija también imagino escenarios terribles. Tengo miedo de que todo eso siga avanzando, ¿cómo detengo esa tendencia destructiva? No lo sé. Desde niño me enfrenté a un dios al que idoltraba, al que oraba permanentemente, pero al que temía y culpaba por todo el desastre familiar que viviamos. Esa condena sigue pesando en mis hombros y, lo que es peor, se ha trasladado a los hombros de mi familia.

Quizá eso, todo este sufrimiento, lo he venido cultivando desde mi lejana niñez, quizá de esa forma se han hecho realidad todos esos deseos retorcidos míos. Qué culpa tiene mi hijo! Qué culpa tiene mi mujer! Qué culpa tiene mi pequeña hija! Ya basta, ya no puedo más. Si es que esos son "mis deseos", lo son de una manera enferma. ¿Quién puede desear hacerse daño uno mismo y, por encima de ello, dañar a quienes más quiere? Sí, pues, la prueba soy yo mismo. Monstruoso.

Soy el infalible arquitecto de mis pesadillas.

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