Monday, August 10, 2009

Tormento perpetuo

He tenido malos sueños, angustiantes. ¿Cómo combato esa aura negativa y temerosa que desde niño me acuchilla el alma?

Soñé con mi madre, joven pero ya encaminándose hacia eso que nos referimos como tercera, edad, tratando de mantener su juvenil agilidad, cruzando una avenida, esquivando los autos. Yo le increpaba, pues ya no debía estar haciendo eso. Gracias Dios, Gracias Virgen del Carmen, si ha sido vuestra obra, por haberle quitado pie a mis tormentos infantiles y hoy, 30 año después, poder seguir contemplando a mi madre, poder seguir recibiendo sus palabras, sus caricias, por poder seguir disfrutando su compañía.

En medio del sueño, en el que habíamos asistido a alguna festividad patronal, me persuadía yo mismo de que era mejor darle a mi esposa buenos momntos, disfrutarla mientras se pudiera. Y quizá eso es cierto. Pero me duele tanta vida amada rodeada y perseguida por la muerte. La necesito junto a mi. Quien no ama la vida soy yo, quien debiera estar fuera de aquí soy yo. Injusto, Dios, injusto que así lo hagas, si existes, así tú sepas todo; como decía Vallejo, "tú no sufres tu creación". Y mis rezo, con este aura negativa, seguro que no sirven de nada, menos aun cuando esa trágica condena sigue en pie: "que se haga tu voluntad". ¿Cuál será tu voluntad?

Igualmente con mi hijo. Su intervención quirúrgica parece ser inminente. Rezaremos, oraremos por tu piedad, pero ¿se salvará mi hijo de lo que paece un destino inevitable? Esta noche me asaltó la idea de que, al igual que aquel primo que hoy arrastra una cojera por su poliomelitis, quizá mi hijo luego de la operación ya no quede igual. Duele, solo imaginar esto. ¿Qué nos depara la vida, la naturaleza, Dios? En vano oro, seguramente, sus designios ya están dictados.