Wednesday, January 12, 2011

El suicidio

Hoy mi compañero de oficina me mostró un periódico en el que se recordaba a Josemari Recalde a los diez años de su muerte. Conocí a ese muchacho en la Universidad, cuando yo me esforzaba y soñaba aun con ser poeta, escritor. Solo que yo estaba al margen de todo, incluso de los marginales, aislado por completo.

Estuve buscando algo de información y me encontré con algunas joyas que quisiera destacar:

César Hildebrabdt escribía sobre la muerte de Recalde lo siguiente: “Respeto a los suicidas. Me apena que tengan ese aspecto de culpables, esa sombra desastrosa que los persigue. Se matan y todavía el mundo los castiga. ¿Por qué somos tan crueles con ellos? Quizás porque hicieron lo más irreverente: suprimir el azar, variar las reglas, tomar el atajo carrozable, y sobre todo desobedecer a Dios, a quien muchos ven como un guionista que se enfurece cuando alguien sale de escena sin su autorización. ¿Dios como Arthur Miller? ¿Dios como Cecil B. de Mille? ¿Dios como Hitchcock? No lo creo. Dios no debe prestarnos demasiada atención, Dios no trabaja a domicilio, y lo que ha ardido es el recinto de Recalde, las manos del poeta, el traje amortajado. Ardió el horror, ardió la dopamina, ardió el destino, ardió el mañana. El poeta mandó al mundo a freír monos. Y ardió la tarde cursi ya sin él“.

Dicen que poco tiempo antes de su muerte, escribió el poema que transcribo a continuación:


"Al final de los mitos,
cuando todo se haya evaído,
encontraremos quién sabe una luz,
no no quiero
pertenecer más a la realidad verdadera
ni a la falsa,
por eso incendio mi cuerpo".

Según leo hoy, Albert Camus le otorgaba una categoría muy trascendente al suicidio: “No hay más que un problema filosófico y verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía, las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías vienen a continuación, se trata de juegos”.

Otra vez, sin quererlo, ha vuelto a mí la idea permanente del suicidio, como única manera de liberarme de la vida. Y me cuesta y me duele seguir teniendo esa certeza autodestructiva que vida tengo mucha por delante.

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