Nuevas señales
Nuevamente salió la posibilidad de estar con ella y, en este tiempo en que mi egolatría me reclama oídos para escucharme ojos para mirarme, ella me da esa serenidad. Pero eso no quita que sea una traición hacia mi familia: mi amada, mis hijos. Pero soy el Judas que traiciona a pesar de todo, a pesar de conocer lo deplorable de mi actitud, doy un beso a mi amada, como para darle la confianza que probablemente haya perdido, le doy guerra y sufrimiento, a pesar de que por su enfermedad requiere paz y amor. Soy incapaz de darle eso, algo tan sencillo si de verdad la amara. Pero, como me enamore de su belleza, solamente quedó mi amor en la epidermis. Y eso se traslada también a mi hijo, a quien, estoy seguro por la verdad dolorosa que se anuncia en mis pesadillas perpetuas, que lo operarán y los hospitales volverán a ser nuestros destinos. Dios no existe, salvo como boya que nos facilita navegar en los mares del dolor y la muerte, que evita nuestra muerte, para asegura su gozo frente a sus designios malignos. Y al final, a pesar de todo eso, agradeceremos a dios, de rodillas, para evitar mayoires sufrimientos, agradecidos porque no nos haya causado o permitido mayores doleres. La capacidad para el sufrimiento entre nosotros es impresionante, infinita. Gracias, Señor.
Pero vuelve el Che, digno y poderoso ser humano: "No ores más al dios que mintió toda una vida a tu esperanza".
¿Cómo imagino el futuro? Triste: mi esposa sucumbiendo a la enfermedad, mi hijo abatido por su enfermedad, ante mi incapacidad por ayudarlo, por ser su soporte físico y emocional, mi hija, no sé. Y, claro, le pido a dios, si existe, no saboree su sadismo con mi familia, que su guerra es contra mí, que haga conmigo todo lo que quiera, pero que no destruya a mi familia. Pero siempre, "qué se haga tu voluntad y no la mía", vaya ironía autocomplaciente.