Lo sé. No es fácil explicar, pero lo sé. Sé que ocurrirá eso: mi esposa se va a morir. Es el mismo temor quizá que me acompañó desde niño, cuando lloraba desconsolado, temiendo perder a mi madre, temiendo quedar huérfano. Sí, la enfermedad a la que le temí siempre, en esos casos, fue el cáncer. Quizá puedan acusarme de paranóico, pero no, lo sé. Quisiera no saberlo. Quisiera equivocarme. Mañana viernes (ya es jueves a esta hora, 00:55 horas) el médico le dará los resultados de los exámenes. No tengo mayor evidncia médica, ni científica. Solamente es que cuando beso sus senos, me ataca la absoluta seguridad de que el mal no se ha ido, o de que ha vuelto. ¿Loco? Quizá. Me refugio en la fe, pero sé que de nada me sirve, ya está tpdp èrido.
Hace apenas unos minutos, mi pequeña hija despertó llorando y me pidió que la llevara a nuestro lecho. Se calmó, al tocar las manos de su madre. ¿Qué siente?, ¿qué ha soñado ese desvalido ser humano de poco más de tres años? Recordaba yo un poema que escribí en los años de mi adolescencia, con un verso que no se me ha ido: "y la historia se repite, quizá desde el abuelo, quizá desde mi padre". Se lo di de leer a mi madre y ella me preguntó por qué tanta tristeza. No supe explicarlo. Hoy entiendo que quizá la heredera de este dolor profundo, incomprensible, es esa pequeñita. Me duele haber perpetuado este dolor en un insano (más que ingenuo) arrebato de optimismo. La vida es pura mierda para algunos como yo. Sé que sucederá, el viernes, es decir, mañana la noticia será esa terrible que no me deja dormir.
Al llegar a la computadora me encontré una foto en la que mi mujer aparece hermosa, con su larga cabellera, pero con esa tristeza en expresión que nunca entendí, pero que hoy comprendo que es la señal de la muerte. ¿Loco? Quizá, pero por haber entendido de que Dios no existe y que es simplemente la naturaleza, la que con códigos que aun no entiendo, nos explica qué va sucediendo. Y es el simple acontecer de la vida. Este terrible dolor es un dolor puramente animal.
¿Y si Dios existe? Eso sí sería muy triste, pues cómo permitir el dolor de estos niños. Sí, quizá soy un hijo de puta por mi forma de ser, por mi maldad congenita, quizá; pero Él, como gustan escribir los creyentes, es, además, de omnisciente y omnipotente, todomaldadoso con quien quiere, una bestia negra que paga con dolor a muerte el atrevimiento de negarse a su creación. Vallejo lo entendió con mayor inteligencia y sensibilidad que yo, claro está. Pero lo entendí también. Y el hombre, pobre, pobre, el dios es él; realismo y al mismo tiempo venganza mágica.
De nada sirve. Simplemente quiero dejar constancia de mi certeza prematura. Mi hija lloraba y yo encontré esa fotografía que ella utilizó en el último día de la madre.
Me duele pensar a mis hijos huérfanos de madre. Mi hijo portador de una enfermedad incomprensible y que ha minado el camino a su futuro tan arteramente que es casi que habrá explosiones desde pronto y hasta no sé cuándo. Mi hija, víctima pasiva e inocente de una tragedia familiar.
Es un cuadro de horror que nunca, ni siquiera en mi lejana infancia, imaginé. El artista va concluyendo (mentira, quizá esté recién empezando, pues seguramente esta tortura no cesará) su obra divina. ¿Cómo no tener algo de envidia a quien como Gastón Acurio, rebosante de felicidad, nos dicta como receta para el éxito, mucho optimismo? Duele.
Y la mente sigue trabajando. Quizá enloquezca. Esta máquina no cesa de pensar. Improductiva, pero incesantemente.