Tuesday, December 28, 2010

Día de los inocentes

Hoy, 28 de diciembre de 2010, mucha gente disfrutaba de las "inocentadas", mientras que nosotros, mi esposa, mi hijo y yo, íbamos a una nueva cita con su médico. Fue, si existe dios, una perfecta inocentada contra nosotros. Justamente le comentaba a mi esposa que yo estaba muy esperanzado en que el médico nos diría que todavía no se requería de operación, que podíamos seguir esperando. Lamentablemente, la cojuda esperanza volvió a atacarme y caí, redondito, presa de ilusiones completamente infundadas. Mi esposa me pidió que yo escuchara lo que me dijera, que él sacaría al niño del consultorio. Y es que mi pequeño hijo nos decía que no quería que lo operen. Le pregunté si estaba con la certidumbre de la operación, aunque me dijo que no. Y en ese momento le dije: no hay problema, "yo estoy esperanzado". Aunque, luego, agregue, "si es que de algo valen mis esperanzas". Lamentablemente, vuelvo a confirmar que mi pesimismo antiguo, mi sufrimiento antiguos, tienen una razón de ser; no se trata de que yo construya mi desgracia; quizá, mi alma herida percibe con antelación el dolor que se aproxima.

Eso es exactamente lo que ha sucedido hoy.

Ya no quiero gritar ni injuriar. No sé si exista dios. Más bien, temo que sí existe; temo que nos reserve mayores males. Va por de pronto mi esposa que en los próximos días tendrá que ser operada para que los médicos se cercioren de si su cáncer ha reactivado o si podemos seguir esperando su sanación futura. Por lo pronto hay una serie de evidencias de que lo primero es lo que viene ocurriendo. Con serenidad, sin ánimo de adelantarme a los hechos, una lóbrega certeza me indica que, lamentablemente, será esa la evidencia. Tendrán que operarla nuevamente para extraerle el seno. Bueno, un peor panorama no se me habría ocurrido en mi infancia desquiciada. Triste sí, y mucho; pero, si existe alguien detrás de todo esto, es cruel además, pues no es un castigo duro para hacer recapacitar, sino que es una tortura lenta y aniquilante.

Por si fuera poco, mi hijo que nació con una enfermedad congénita, muestra los primeros neurofibromas aparentes y, además, se viene la realidad dura de su operación. Todo eso en un contexto en el que estamos excluidos, casi es un hecho, del seguro.

Panorama desolador. Salvaje. ¿Cómo saldremos de esto?

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