Saturday, July 26, 2008

Días de miseria

Se iba palpando las mamas y se notó un cuerpo extraño. Acudimos a los médicos y, luego de las pruebas correspondientes, concluyeron que es un tumor maligno, de cáncer y hay que operarla.
Es injusto en verdad, no sé si la naturaleza o Dios, si existe. Pero esto es injusto, por más que existan casos y casos de mayor dolor y sufrimiento.
Es como si una nube negra signara nuestro destino. Nació nuestro primogénito con aquella rara enfermedad que lo hace una suerte de "bomba de tiempo".
Hoy, a sus 6 años, aun tenemos la alegría de una vida normal y saludable en términos generales. Pero en el seguimiento permanente de sus terapias, que han permitido justamente su evolución positiva, el rol de mi mujer, de mi amada, de la balsa de mi vida ha sido fundamental. Y el siguiente golpe del destino o de Dios ha sido contundente: le diagnosticaron al pilar de mi hogar un cáncer de mamas que hoy extirparán. La evolución, solo Dios sabe; como siempre, se hará su voluntad y no la nuestra.
Pienso a veces en una suerte de venganza divina furibunda contra un mortal irreverente y descreído como yo. Me pregunto entonces, ¿por qué dañar a terceros inocentes en esta diisputa? Pero luego recuerdo que Dios es todo bondad y, por tanto, no sería razonable mi pensamiento. Pero ahí está.
Por otro lado, abonan en ese sentido, el hecho de que ni en mi peor escenario había imaginado un cuadro de tal dureza: mi hijo padeciendo una enfermedad que en cualquier momento puede reventar alguna sorpresa y ahora mi esposa, quien es el soporte emocional de nuestras vidas, padeciendo este cáncer, cuyas consecuencias solo apreciaremos adecuadamente en el futuro.
Futuro incierto, oscuro. Claro que, en nuestra mortalidad, en nuestra pequeñez encontraremos siempre algún resquicio de luz, un pretexto para mantener la vida por muy miserable que esta sea. Y claro, para agradecer a Dios, en todo caso, inclusive en el caso que nos haya torturado (si existe, claro está) sin piedad, con sufrimientos continuos y permanentes. Diremos entonces, gracias Señor, pues nuestro sufrimiento no ha sido como el de otra gente.
Como dice Vallejo, hay golpes como del odio de Dios.
Tengo mucho miedo, quedarme solo, sin mi mujer, sin mi balsa, la balsa de la familia. ¿Cómo quedará mi hijo?, ¿cómo quedará mi pequeña hija?, ¿nos tendrá Dios o la naturaleza preparada alguna otra sorpresa? No lo sé. Esos golpes, "Son pocos, pero son".
Por último decirle a mia amada, que a pesar de todo lo que pude hacerle o decirle en mi locura temperamental, la amo y la necesito. Como dice la canción de la Ley, sabe bien que sin ella no funcionaré. O dicho en versos de Mariátegui: "Ahora que estás un poco marchita, un poco pálida, sin tus antiguos colores de Madonna toscana, siento que la vida que te falta es la vida que me diste".

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