Saludos desde la muerte

Me vuelvo a mirar el camino y, es verdad, he andado largo tiempo, atravesando muchos lugares y tiempos. "No debieras ser pesimista", me dicen viejos amigos, "la vida te ha dado muchas cosas y todo lo que has logrado es bastante". Pero las guadañas de una muerte cruel vienen al mismo tiempo que las letanías que repito, en mi desesperación por asirme a una fe que ya no me alcanza.

He sido la simple aritmética de una serie de derrotas, que no acabaron conmigo, pero que sí han demolido mis huesos. No sé, es tan sencillo a veces de entender: dios y su lucha contra aquellos que llegan u osan entender su misterio. ¿Cómo podemos persistir en una fe que es una ficción y una mentira cruel y despiadada, la droga que hemos cultivado para resisitir el martirio de vivir? No tiene mucho sentido. No creo en Dios, le temo, es tan solo eso. Y a pesar del temor mi desesperación grita su odio, como provocando al todopoderoso para que estrelle su ira divina contra los despojos que soy hoy.

Pero sigo vivo y aquí estoy, nuevamente, levantándome a duras penas. Otro día más, no sé exactamente para qué o por qué.